
Estoy sentada a un lado de la silla del fin del mundo. Siempre deshabitada. Antes no lo notaba, pero hoy percibo su vacío.
Saqué mi libreta y me dispuse a escribir. ¿A quién le escribía? Horas antes vi una imagen de esas que rondan en Facebook para hacernos “sentir mejor”, o simplemente para encontrar las palabras que a veces no encontramos. Decía: «Lo que extrañas ya no existe». Tardé un poco en entenderlo: ¿cómo podría dejar de existir algo, alguien, que sigue existiendo? Entendiendo eso te escribí. Te conté todo lo que no pude decirte; te maldije y te extrañé en cada palabra. Ya no existes en mi vida, en mis días. Qué extraño es decirlo y más aún vivirlo. Sin embargo, estás, con tu ausencia que es presencia.
Quizá, la existencia es más que el hecho de ver, de tocar, de estar.