
Se dice que cuando un amor termina duele en el fondo del alma, pero a mí me pasa todo lo contrario. He tenido muchos amores, unos lejanos, otros cercanos, de mucho tiempo, poco tiempo, de minutos, a primera vista, de piel con piel. Cada uno de ellos me ha dejado una enseñanza que al principio es difícil de asimilar, porque el corazón duele cuando los vínculos terminan; mi corazón es fuerte y ha aprendido a controlar el dolor, a dejar ir, soltar y seguir.
Miro atrás y veo pasar cada experiencia que, como buena maestra, ha sanado mi corazón. No sé qué pensaría Margarita Gautier. No obtuve algo provechoso, ni material, pero sí aprendizajes que me acompañan por el camino del amor, que me ayudan a medir mi intensidad y mi juicio. Soy tan enamoradiza y debo de aceptar que me han roto el corazón.
El amor es complejo; no es para siempre, a veces a ratos y a la distancia. El destino juega un papel importante, porque no siempre escucha nuestros planes. Cada uno debe seguir su camino. Los amores que existieron han seguido su camino, y yo el mío. Cada uno a su ritmo. No estoy triste, ni me desalienta saber que a cada uno de ellos el destino los ha movido como piezas de ajedrez. Lo que me hace seguir de pie y por el camino del amor, es mi corazón latente, éste se ha fortalecido, llorado a mares y conocido el dolor intenso, pero siempre vuelve a amar.
Gracias corazón por enseñarme que el destino y el dolor juegan un papel muy importante. Armando Duval deberá estar orgulloso de mí, por no fallar y seguir luchando por este inmenso camino llamado “amor”.