
Mi Señor, llevo horas buscándolo. Al abrir nuevamente mis ojos, solo encontré oscuridad. Veo destellos de luz a lo lejos, como estrellas en la noche, pero no pueden iluminar ni a mí ni a mi entorno. Le ruego, mi Señor, me guíe en este camino oscuro para conocerlo y estar junto a usted.
¡Mi señor! Ha escuchado mis plegarias. Se lo agradezco profundamente, pues llevaba tiempo deambulando, pero ahora puedo verlo con claridad: una luz destellante ahora es proyectada por mis ojos dejándome ver el camino a sus aposentos. Por un momento pensé que estaba en un limbo interminable, que me había olvidado. Perdóneme por mi insolencia. Ahora voy en camino hacia ti.
¡Mi señor! ¿Por qué? No lo comprendo. ¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué me ha guiado hacia esa… cosa? He logrado perderla de vista, pero cada una de las luces que anteriormente destellaban a mi alrededor comenzaron a desvanecerse a causa de eso. Esa criatura no puedo describirla más que como una bestia. ¡¿Acaso las otras luces son otras personas?! No lo comprendo. ¡¿Por qué yo he de merecer este castigo?! Le he sido fiel desde el día de mi nacimiento. Te pido perdón por todo pecado y acción egoísta que haya cometido, y tal vez así pueda salvarme de ese horrible destino, ¡te lo ruego!
¡Je, je, je, je! Mi señor, por fin lo he comprendido. Esta es una prueba, y por fin encontré la forma de demostrarte toda mi devoción y al mismo tiempo escapar de esa criatura. Pero ahora no siento más que dolor; siento cómo un fluido cálido y rojizo se desborda de mi cara. Ahora tampoco puedo ver aquellas luces a mi alrededor, pero sobre todo ya no he visto a la bestia. Estoy casi seguro de que ella tampoco puede verme. Pude oír sus pasos prácticamente a mi costado, pero me ignoró por completo. Ahora no puedo ver la luz del camino que antes me proporcionaste, pero creo que por ahora eso no está tan mal.
Hola. Ya ha pasado un buen tiempo: días, semanas, años…. no sabría decirte cuánto, “mi señor”. Hoy esta oración es para mí y solo para mí. La solución que pedías para librarme de aquello a lo que tanto temía, ahora me doy cuenta, fue una de las peores acciones que cometí. Tanto tiempo ha pasado que ahora lo único que anhelo es poder verla de nuevo, la he oído, la he tocado, pero no importa cuánto le ruegue o suplique, al parecer no puedo llamar su atención sin la luz destellante que perdí por culpa de mi devoción a algo que, después de tanto tiempo, por fin entiendo que nunca existió.