Dios y su silencio, ¿qué podemos escuchar de Dios? No sé a ciencia cierta si me habla y no le escucho. A lo mejor no le quiero escuchar. Escuchar sería creerle, necesitarle, pensar que necesito ser salvada. Me ha inquietado la necesidad que encuentra el hombre de dar sentido al sinsentido a través de Dios. ¿Por qué el hombre quiere ser salvado? ¿Salvado de qué? ¿De la miseria, del mal sueño, de la película de espanto que llamamos vida, de la oscuridad?
¿Por qué huimos de la muerte o de la penumbra? ¿Por qué temer? Por el romanticismo de que debemos ser personas de luz. ¿Ángeles? ¿No se puede ser un demonio, blasfemo e inmoral?
El caballero cree y duda. Creer y en el creer dudar, sí, es una contradicción hermosa. Me atrapaba el sentimiento de creer y dudar. Sin embargo, nunca pude, lo que me lleva a esta pregunta que se arroja en la confesión: «¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos?». O quizá no quiero creer en este Dios que pintan, que le necesito, pero no aparece. Su lenguaje es el silencio y no entiendo el silencio a veces. Tampoco me quiero vender la mentira de creer en Dios por fe, porque supuestamente Dios no se ve, se siente. Partiendo de ahí, no siento nada. ¿Quién me va a defender de él? ¿Quién me va a defender de mí misma?
No puedo dejar de pensar en la muerte, en el vacío, en el terror. ¿Y si la muerte camina a mi lado, por qué no juega ajedrez conmigo? Quisiera fingir que juego y me dejo ganar. Entregarle mi estrategia, que devore a la reina, que despedace mis torres e inunde mis alfiles, que haga trizas mis caballos y así, me obsequie un puesto en su danza. En ocasiones no me explico por qué nos aferramos a la vida, si de alguna forma son más los momentos infelices que los felices. Sobrevivimos gracias a estos últimos por ese recuerdo, esa compañía. Me aferro por esa canción que escuché y me entregó dopamina. Incluso me aferro al mismo existencialismo. Me aferro a la duda, a la posibilidad de la imposibilidad. A la danza de la vida… parece menos soportable que la danza de la muerte.
Me sospecho inerte.
«Grábame con un sello sobre tu corazón: llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte y tenaz la pasión como el sepulcro». Cantares 8:6. (Hasta la biblia encuentra la muerte como fortaleza. También es un océano de contradicciones).