
Mi memoria guarda aquella tarde en que nos vimos. Todavía recuerdo tus ojos, tu voz, tus manos, y ese abrazo que no se repitió.
Después de semanas de escribirnos y tatuarnos palabras en nuestras almas, nos arriesgamos en medio de miedos e inseguridades; dimos el paso sin saber que sería la última vez. Nos despedimos con la esperanza de volvernos a vernos. Después de todo, nadie podía asegurarnos un futuro juntos. Tal vez así tenía que ser, pero aún no logro entenderlo.
—¿Acaso fuiste un sueño? —me preguntó.
—Te fuiste muy rápido. ¿O fui yo la que te dejó ir?
—¿Te diste cuenta de que no logramos despedirnos? ¿Algún día podré decirte todo lo que siento?
—Lo sé. Tengo que dejar de hacerme esas preguntas —reconocí.
—Es hora de despertar.
Buenas noches al que fue mi amor.