Tan poco cariño

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No solía enamorarse de hombres tan indecisos. De esos que se sientan en la última fila del salón de clases y parecen odiar a las personas. Pero, tampoco solía comer verduras y eventualmente le gustaron. Las personas cambian de opinión todo el tiempo. ¿Cómo había llegado a esa incómoda situación?

Sentados en una banca, con sus amigos a lado discutiendo sobre música y fútbol, el hombro de Lucas chocaba con el de Leo. Quería creer que no lo hacía a propósito y eran simples accidentes, pero las miradas no mienten. El contacto a lo largo del día no era casualidad. Si alguien externo los observaba, podría notar las intenciones tras tomarlo de la mano y abrazarlo por momentos. Pero Leo era tonto, y a Lucas le gustaban las mujeres. ¿Por qué de repente parecía que le gustaba?

Se conocieron caminando e irónicamente su mayor tema de conversación era sobre Laura, la chica que a Lucas le gustaba. Ella tan bonita y él tan inseguro. Leo se limitaba a escuchar sus historias y a veces se descubría observando con más atención a Lucas. De vez en cuando sonreía; le daba una especie de ternura su rostro. En ocasiones, lo descubría mirándolo y sus ojos se encontraban por un segundo, se sonreían. En el fondo sabía que comenzaba a sentir algo por él, pero era imposible, pues Lucas era todo lo que repudiaba: orgulloso, misógino, homofóbico, superficial, sin metas en la vida y no creía en el amor. Un idiota.

Pero las cosas no se pueden ocultar por mucho tiempo. Lo inevitable sucedió. Aquella tarde se besaron. No hubo palabras bonitas, promesas a futuro, ni expectativas satisfechas. Solo se dejaron llevar.

Lucas creía que, si había sido capaz de besarse con un hombre, podía cambiar.

—¿Qué somos? —preguntó mientras se abrazaban. El silencio fue la respuesta, y las lágrimas llegaron después. 

—Nada… ¿Qué quieres que seamos? No puedo darte más que esto. Sabes que soy incapaz de amar.

Lucas lo apartó con suavidad, y le besó la frente. No volvieron a hablar sobre ello. Se besaban, salían a comer y platicaban; pero tan fugaz como todo comenzó, se desvaneció.

Sin explicaciones, dejó la escuela y desapareció. Leo avanzó. No iba a estancarse por un mal sueño. Si alguna vez lloró, fue al recordar las cosas que dejó pasar, por no valorarse, por conformarse con tan poco cariño; mas no por el final. Eso fue lo mejor que le pudo pasar.

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