Te conocí a los nueve años

pexels-cottonbro-3661457-scaled-thegem-blog-default

Te conocí a los nueve años. ¿Habrás sido acaso un flechazo de primaria? Hay muchas cosas de las que carezco, como libros de mis autores favoritos, conocimiento en deportes y otros asuntos banales que representan los deseos ilógicos de una sociedad. Sin embargo, ninguno de esos anhelos es suficiente para llenar el vacío que tu brillo dejó entre la multitud. Una masa repleta de personas absurdas, con pensamientos y mentes irracionales dispuestos a enfrentarse a enormes problemas (si nos vemos a nosotros mismos con un gigantesco ego, por supuesto). Pero ¿no somos todos ese tipo de persona? Simplemente divagando por nuestra mente fingiendo saber de qué hablamos, o lo que pensamos.

Te conocí a los nueve años, con cabello oscuro de tono castaño y la sonrisa más hermosa del mundo. Una sonrisa que expresa felicidad pura y sin miedo de exponer lo que reflexiona. Me he sentido más atraída por tus los ojos. Unos brillantes, angelicales, e impecables ojos. La forma en la que estos se arrugan al sonreír es única. ¿Por qué infravaloramos tanto un atributo que nos ayuda a observar las maravillas de la vida? Porque mientras los científicos ven este órgano como algo complejo, para mí es un detalle bastante complicado de olvidar. Unos sublimes ojos color oliva, mi color favorito. El mejor tono para observar el reflejo del cielo.

Te conocí a los nueve años. Desde que te soñé, eres a quien he buscado en todos los rostros que se me cruzan al caminar, en todas las calles cercanas a mi cuadra y en todos los rincones que he podido observar. Sin embargo, nunca te he hallado. ¿Es esto una prueba de que soy simplemente una adolescente con bastante ilusión? ¿Un alma buscando una inspiración? Si eres únicamente un invento de mi cerebro, ¿por qué cada vez que te observo noto un deseo intenso por encontrarte? ¿Por qué al despertar una mañana, apareciste en mi mente para nunca abandonarla?

Te conocí a los nueve años en un sueño distante. Estabas a mi lado, con algo tan común como un abrazo, lograste calmarme. Pero ahora cada vez que cierro los ojos, no veo más que un rostro del cual logro recordar todos sus rasgos. Me he dedicado a ensamblarlos de todas las maneras posibles para poder sentir la calidez de ese abrazo nuevamente. Un contacto para el que, seguramente, no existe espacio. Te conocí a los nueve años y aún no te conozco.

4

Dejar un comentario

X