En el oscuro telar del engaño tejido,
una sombra se cierne sobre el alma herida.
Entre lágrimas que caen como lluvia fría,
la víctima yace con su confianza perdida.
Se mira en espejos empañados de desconfianza,
comparándose con sombras de felicidad ajena.
Se pierde en su vasta oscuridad;
se desdibuja en la tristeza plena.
Las cicatrices del dolor son tatuajes silenciosos.
Testigos mudos de noches sin estrellas.
En su corazón nace el recelo,
como espinas que enredan sus entrañas.
En la quietud de la penumbra una luz titila;
una promesa se insinúa.
Su otra mitad que el cielo oscureció,
busca redimirse cambiando el cruel destino.
Con paciencia y acciones, no solo palabras,
teje un puente sobre el abismo de la desesperanza.
Cada gesto es un ladrillo en la reconstrucción;
un juramento silente de amor en evolución.
La víctima, con miedo en sus ojos cansados,
percibe un cambio; una metamorfosis sincera.
En el susurro de compromisos cumplidos,
la esperanza crece como flor primavera.
