
Últimamente, la vida se me antoja más trágica que hace algunos meses. Aún no identifico si esta sensación es por mi eterno pesimismo, por la situación general del mundo, o porque así resulta la vida tras largos años de desencanto. La esperanza jamás será compatible con la incertidumbre, pero ¿no es acaso la esperanza el consuelo de los idiotas? ¿En qué creer sino en el fantástico sentimiento contracultural que reza “no hay futuro”?
Porque, la neta, there’s no future, wey. Y, ya de paso, God save the Queen, mano.
Porque, últimamente la soledad se instala de manera imprevista en los ojos de la gente que, sin pensar en un futuro, duda del presente. Pero jamás de su fe, misma que se desborda de inutilidad ante un panorama desolador, carente de sentido común pero lleno de instintos de supervivencia. Porque somos los animales más idiotas de la cadena evolutiva, los que aún tienen esperanzas de que todo mejorará en un tiempo indeterminado. Pero ya pasará, algún día… pero hoy no.
No tengo miedo ni esperanza, porque no hay futuro. Solo existe un eterno sentimiento de absoluto desasosiego ante un presente apocalíptico, que se dibuja de manera incomprensible. Braille para un ciego sin tacto, infortunio para la melancolía. Consecuanciaconsecuenciaconsecuenciaconsecuencia, diría el Parme. ¿Qué tendrían para opinar esos autores muertos? Que a ellos qué les importa la desgracia ajena, que donde están tampoco hay futuro, que dejen de estar chingando al prójimo, que ahí luego hablamos, cuídense, see you later, Alligator.
Al final, la soledad para eso existe, para aludir al sentimiento de infinita incomodidad que se mantiene fiel a nosotros mismos, porque de él evoca. Porque somos incapaces de permanecer adentro, entre tanta bruma, ciegos de futuro y esperanza, tan inútiles como un faro sin los once segundos de oscuridad. Porque eso somos. Pero ¿para qué adentrarnos? Que se adentre otro idiota, yo no soy mi problema, yo no tengo futuro.
¿Recuerdas cuando hace unos meses pensabas que hoy serías libre? Y aquí seguimos más trágicos que nunca, más desdichados que la desdicha misma, entregándonos a un presente sin futuro. Así que más vale que vivas hoy, y vivas rápido. Porque la cosa se está poniendo fea.