
En el susurro de cada amor
yace el fugaz milagro.
Caricia que redime las heridas profundas
con el resplandor del apego;
con pureza de luna.
Ese milagro evanescente
viaja en silente danza.
Tan efímero como el alba,
o el último suspiro.
En su reflejo nace el lamento
de un amor no vivido,
del temor al ocaso.
Pero el corazón sigue latiendo.
El reloj avanza,
la vida se desliza sin pausa.
Milagro alado,
presente en cada rincón del alma.
En el abismo de la espera
rompo cadenas de perdón.
Donde la singularidad reina
merezco ser el viento;
ser la esencia de ese fugaz milagro,
con un amor eterno,
que a cada sombra abraza.
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