Me alejé con el alma fragmentada rogándote desde lo más profundo que me detuvieras, pero no te esforzaste. Apagaste la flama que contenía mi lealtad y la caja de Pandora regó mis esperanzas de tenerte eternamente, alimentando el cultivo de la desesperación con mi agridulce padecer; o al menos eso fue lo que rememoré cuando tomé el control de miespíritu que se encontraba sumido en un trance.
Después, mi mente pareció haberse esfumado, como si nunca hubiera albergado en su interior las primeras sensaciones de un amor intenso. Vi nuestras fotos juntos, pero, como no recordé haberlas tomado, los sentimientos se desintegraron. Lloré; sin embargo, no había lágrimas, sólo susurros del ocaso romántico de verano.
La tristeza me consumió. Te sufrí y a la vez no, mientras el miedo habitaba mis pensamientos; un temor de saber irrealtu existencia, y de haberte imaginado como un escape hacia la fantasía de un cuento. Hubiera sido una pena pasar las mejores aventuras de mi juventud al lado de un espejismo subrepticio que mis manos no acariciaron.
Solía pensar que estos hechos no impedirían indagar en tu indescriptible estampa, que con una chispa incendiaría algo que nunca ardió, pero ya no hubo danzas en la galaxia que me permitieran conocerte de nuevo, redescubrir los motivos de tu presencia en mi pretérito. Mi subconsciente finalmente te borró, difuminó el paraíso de promesas sin cumplir. Sólo aguardé y recé porque no fueras el único que sacudió mi alma, que no hubieran sido tus besos de papel los que tuvieron el secreto para elevarme a las estrellas; que algún día dejaras de rondar por los campos del gran reino de mi soledad,atribuyéndote el protagonismo de un príncipe que nunca llegó al trono, pero se creyó el dueño de mis suspirosterrenales, de mis tesoros exclusivos.
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