Nómada

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A ti, nómada o sombra que no he de conocer, a ti van estas palabras de fuego. ¿Sabes acaso la longitud de la noche cuando estás a solas con tu voz? ¿Acertarías a decirme cuál es el color de la última rosa de mi tumba? No, claramente no lo sabes. Hay que caminar, sin embargo. Caminar y descubrir un nuevo sol, heraldo del día virgen que tal vez nos traiga esperanza. Dejemos a los muertos descansar, seguir su camino de sombra, mirto y luz, mientras recordamos que algún día los volveremos a encontrar, cuando lleguemos al final del laberinto del tiempo; cuando la guadaña y el reloj caigan sobre nosotros, implacables.

Recuerda tu nombre. Usa el faro de tu corazón para navegar por el atlántico mar de la vida; por esta tragicomedia sin interludios ni aplausos. Protege tus pasos, abraza tu bandera y cabalga en el filo de la madrugada saboreando el rocío de tus latidos. Algún día serás siervo del polvo, calco de la muerte, héroe sepultado. Algún día serás solo un recuerdo, una huella en la arena de esta vida fugaz. O quizá no. Quizá solo serás un espejismo del destino, un intento de la sombra, un golpe de carne y hueso en el jardín de la noche. Pero aún estás de pie. Sonríe. Sigue caminando. Algún día tendrás el duelo final contra la muerte. Y perderás. ¿O no?

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