
El candilazo llegó contigo para pintar mis tardes desde aquel 29 de abril. Una llamada tuya y mi mundo entero cambió haciéndome sentir que podía empezar de nuevo. Dime, ¿no te parecía todo nuevo y emocionante? Yo aún recuerdo aquella sensación de nuestro inicio, donde crees saberlo todo sin saber nada en absoluto. Todo era increíble hasta que el silencio llegó con el otoño para finalmente separarnos.
Ahora, me encuentro sentada en el lugar que alguna vez fue nuestro, rompiendo mi alma en dos al preguntarme que, si ya no puedo relacionarme contigo, ¿con quién sí? Aún puedo recordar nuestras conversaciones; las clases de matemáticas, las canciones, tus besos y mis mejillas volviéndose rojas. Repaso nuestros pasos para saber en dónde nos equivocamos; aferrándome a cada detalle como si mi vida dependiera de ello.
Odio que mientras intento olvidarte te veo en todos lados, y lo único que aún compartimos es nuestra ciudad. Te puedo sentir todavía sobre mí, como una mancha de vino impregnada. Sin embargo, el aquí y el ahora me encuentran para decirme que ya eres parte de mi pasado. Pero, aunque las lágrimas caigan y mi cabeza me odie, aún te quiero.