Corta historia del viaje de un alma en sufrimiento

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En mi prosa, pobre y desarticulada, procederé a contar la historia de un alma desdichada.

Como Sísifo enjuiciada, pero no por desafiar sino por confiar enamorada. Por las noches, en su soledad, la viciosa evocación de aquellos ojos la hace sumergirse en un Samsara con destino al fondo de su sala acorazada. Entonces, Virgilio toma su mano y aplaude el crimen violento de mirar a las estrellas y no ver más que el reflejo de aquel fantasma que le prometió, entre suspiros, epopeyas.

Y por cada círculo le cuenta ella los secretos de su memoria. Con lágrimas en los ojos su guía le revela que debe abandonar toda esperanza, tal como se leyó en el letrero inaugural de este viaje de remembranza. Paolo la empujó a vientos precipitados sin la intención de compartir la pena, o brindarle un abrazo para soportar la condena.

A las puertas de su purgatorio, un ángel escucha el canto de esta doncella y le pregunta si es olvido lo ideal para ella. Aferrada a su sentir, pese al sufrimiento, elige que el recuerdo insista en existir, le confirma que su amor fue cierto y prefiere que este funja como souvenir. Virgilio y el Ángel se sorprenden ante tal discurrir. El primero la despide y le regala versos antes de partir. El segundo le otorga un boleto y le advierte que los dolientes de Montesco y Capuleto edificaron estatuas en reluciente dorado sin que eso pudiera revivir lo que alguna vez se halló enamorado.

A las puertas del paraíso encontró ella un ser petrificado, era su reflejo con el corazón en las manos: «Cada latido es una lágrima que por él has derramado. Para cruzar a este cielo debe ser el olvido tu único consuelo», dijo aquel ser sin algún reparo. Antes de proseguir, arrebató su corazón y conjuró a Morfeo, le suplicó que por las noches le concediera un perpetuo deseo: «Toma mis memorias y muéstrame su rostro cuando con mis ojos no veo». Aquel dios, también condenado, accedió a la petición y hasta Caronte supo que hubo alguien que al Nirvana había embaucado.

Ahora ella sueña con el retrato de alguien a quien reconoce a ratos. Ignorante al despertar de que atravesó infiernos por aquel amante con alma de hierro.

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