Crónica del guitarrista

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Era un día de enero común y corriente. Fui tan ingenua como para pensar que lo que empezó como una broma, se quedaría como tal. Me di cuenta de que poco a poco me fui enamorando no solo de la idea, sino también de él. No sé por qué, ni en qué momento, pero empecé a imaginar cada instante de mi día a su lado. Me extraña verme con una sonrisa y sin evadir mis sentimientos, como suelo hacerlo.

Me di cuenta de que ya no podía seguir eludiendo lo que siento por ti. Tenía que aceptarlo. Comencé a hablar todo el tiempo de ti, estabas en todos lados: en el sonido de las cuerdas de tu guitarra, en el color de los hilos de tus gorros, en el cigarro que se consume como yo lo hago por ti.

Soy incapaz de hablarle sin que mi voz se quiebre o mis manos me traicionen y empiecen a temblar. ¡Ni hablemos de cantar! Temo ponerme nerviosa y decir cualquier incoherencia. Sé que él es muy ansioso, pero tranquilo; en cambio yo soy todo un torbellino. Él escucha Muse, y yo Ha*ash y Jesse y Joy. Al final, somos polos opuestos por completo: él con sus sentimientos reprimidos, mientras que yo grito por todo el Olimpo.

Solo quisiera poder decirte que me gustas.

A veces es bueno romantizar la vida para sanar heridas. Déjate querer y te enseñaré el lado bonito de la vida.

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