
Debo confesar que cuando ella se fue tuve miedo. Viví en aislamiento mucho tiempo y aún guardo conmigo sus últimas palabras. Esa llamada aún es un amargo recuerdo que veo con despecho, furia y lágrimas en los ojos; ese sentimiento de “ojalá fuera tan bueno para aprender, como tú para olvidar”, está en mis pesadillas.
Creí que mi corazón no se ilusionaría tan rápido y es que en serio lo busqué. Me hice adicta a las mujeres, pero me lo advirtieron: “no, nada bueno comienza en la parte de atrás de un auto”. Como quien cae en las drogas, el amor siempre lo será. Aun así, ninguna logró enamorarme, hasta que llegaste. Tu linda presencia era como estar en un sueño.
Entendí lo que ella sintió al irse. Encontraste a alguien. No fue un reemplazo a mí, fue un “no me hubieras dejado esa noche, porque esa misma noche encontré un amor”. Claro, tardé más de una noche. Aún ruego y reniego por haberla… haberte conocido antes.
Tal vez estaba demasiado enamorada para notarlo. Siempre estuviste ahí, pero “lo pude comprender cuando pasado el mes, tu rostro no logré desaparecer”, y ahora mi delirio es recuperar un poco del tiempo perdido y verte.
Mi nueva sonrisa tiene un nombre inconfesable para el mundo. Hay veces que ni en privado concibo decirlo. Es tan lindo. Mexicano definitivamente. Me atrae tanto que por eso no he de pronunciarlo. “Vi tu cara, escuché tu nombre, tengo que ir contigo”.
Es raro tener un instant crush, donde solo “nosotras estamos nadando, es todo lo que hago”. Apenas si nos vemos. Apenas ella conoce mi rostro, mi nombre; lo que le muestro a la humanidad. A veces me cuesta hablarle, verla. Verte a la cara “porque mira tu cara, preciosa”. Espero que no vea mi sonrojo cuando miro el brillo de sus ojos.
Ojalá no leas esta confesión. Aún eres una desconocida con la que apenas intercambio palabras, casi un fantasma de mechones de fuego. ¿Sabías que el naranja es mi color favorito? Seguramente no pues yo también soy un misterio para ti, pero… “quiero mostrarte lo que soy. Y el aire que respiro y como cambio contigo”.