Universo perdido

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Inmóvil resuena el silencio abrumador típico de la madrugada, que ahora me deja desconcertada y me hace preguntarme por la existencia de la realidad que me pintan mis ojos abiertos. ¿Una pesadilla o un encuentro? Veo el techo de la casa mientras siento a mi corazón palpitar a mil por hora. Fuiste un muerto reencarnado en mis recuerdos. Vamos, deseo que se haga noche para poder soñar de nuevo; para encontrarnos y dibujar olores, aventuras hechas colores y sensaciones que me hacen estar viva. Más de lo que estoy en mi día a día.

Aquí tu esencia me es familiar, aunque a veces te cambie de rostro o cuerpo. El deseo por verte me orilla a buscarte en la vida material. Parece que ya te conozco, y tú a mí ya me has visto. Espero el día en que nuestros cuerpos físicos se encuentren en este mundo, porque en el subconsciente lo hemos hecho ya. Se siente un hueco en el corazón cuando alguien fallece, porque compartimos juntos una vida, momentos, recuerdos, enseñanzas. Pero ¿cómo le llamo a este vacío por alguien que aún no conozco? 

Ahora los días pasan colmados de amor, de sed por encontrarse; se abre una cópula de astros que cautivan la mirada. De ahí mi impulso al mirar el cielo y estar atenta en tierra. Pido forzar la voluntad. Curiosamente tengo la seguridad de que no te desvaneces; que este fuerte sentimiento lleva años cultivando flores y aromas dulces. Los mismos que me hacen sonreír y pensar en lo bueno que es sentir.

Eres todo lo que merezco, lo que busco y quiero. Si tan sólo pudiera quedarme un poco más… Pero la vida me hace despertar. Si tan sólo me dejarás entrar rompería el miedo, abrazaría a aquel niño y amaría a este hombre. Entonces la paz cobraría sentido: se expandiría el recuerdo, cesaría el tiempo, el universo permearía en la pupila dilatada de nuestros ojos, el resplandor de nuestras almas iluminaría la oscuridad y emanarían luces de nuestro cuerpo hecho galaxia; el perdón quedaría atrás, el odio se disolvería, el rencor no sería una carga. En este escenario veo lejano el orgullo, y en su lugar reina la belleza y armonía de la coincidencia; o tal vez del destino.

Entrelacemos nuestras manos, reflejemos la suavidad y delicadeza. Por un momento déjame trazar en ti una sonrisa para que se detenga la rapidez y reine el silencio, la frecuencia, la energía; para que la mente olvide las palabras sólo por un momento antes de que despierte, y sepa que sólo en mis sueños te encontré.

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