«¿Cuántas vidas tienen que pasar
para volvernos a encontrar?», le pregunté al viento
que se llevó todos mis anhelos.
Yo culpo al tiempo
que solo nos permitió un momento.
Tu visita fue tan efímera.
Te busqué por siglos,
y todo terminó en una rápida despedida.
Me enojé con el tiempo,
le grité al universo: «¡Qué ironía!».
Encontrarnos en el lugar incorrecto.
«¡Aquí no era!», le reclamé a las estrellas.
Aquí no funcionaríamos,
por más que yo insistiera.
«Ya será en otra vida, sin apuros ni tanta prisa».
Era la luna quien me lo decía.
Miré al cielo, ahí estaba ella, sin juzgarme,
intentando consolarme.
Me mostró el pasado, y tú estabas a mi lado.
Era un recuerdo que el tiempo me había arrebatado.
Viajamos a décadas más recientes,
los ochenta me parece.
Cuál fue mi alegría al encontrarte también en esa vida.
El tiempo es confuso,
pero búscame en el pasado o quizá en el futuro.
Te dejé esa nota, pues, en una de tantas vidas
el mar se interponía; al otro lado del mundo
el destino nos separaría.
En cada visita luces diferente,
y aun así puedo verte, saber que eres tú,
sin siquiera conocerte.
Un verano tú me buscaste, me conocías de otra vida,
pero eso tú ya lo sabías.
Una corta visita para recordarnos entre besos y caricias.
No era nuestro tiempo, pues pronto te marcharías.
La última vez que te vi te obsequié mi luna
suplicando volvieras a buscarme, porque sin ella
yo no podré encontrarte.
Volví al presente, donde tú ya no existías.
Quería escribirte un poema de amor
que resultó ser de despedida.
Me perdí en el tiempo, y ya no volví a buscarte.
Me convencí de que jamás podría encontrarte.
Pronto te olvidaría, pues escribí esto para alguien que no existía.
Y aunque no lo he escrito para ti,
cada vez que te pienso lo hago tuyo y habla de ti,
de lo mucho que me hiciste sentir.
Te regalo mis palabras, mis divagaciones de madrugada.
Sabía que existías y que algún día te encontraría.
