Como un suspiro, la mitad de mi vida he anhelado encontrarme a alguien como tú. He de admitir que, durante esta espera, te escribía con el amor y la paciencia requerida. Tal vez idealizaba tanto ese momento que todo parecía irreal; hasta que inevitablemente aseguré que no existías.
Claro que te esperaba, te esperaba con poca certeza y gran ilusión.
—¿Me buscabas? —preguntaste con toda la curiosidad posible.
—No.
Irónicamente aun cuando te esperaba, no había intento alguno de búsqueda. Pero te encontré. De alguna u otra manera te encontré, y sé que eres tú la persona a la que le pertenece cada uno de los escritos que hice con el amor en las manos, cada uno de los versos que conforman los poemas sin destinatario visible, cada uno de los planes que con tanto deseo estructuré.
Sé que eres tú.