Me amas, ¿verdad?

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¿Por qué no sales de mi sistema? Te gusta dañarme, lo sé. Lo permito para que no me dejes. Puedes destrozar mi blusa y arrancar mi corazón; incrústalo en tu alma para poder destrozarlo y armarlo cuantas veces quieras, pues te pertenece. Lo sabes bien, e incluso te aprovechas de aquello que has reclamado como tuyo. Lo permito para que no me abandones.

Aprieta mi corazón y con la sangre derramada pinta un cuadro y decóralo con mis entrañas. Derramo lágrimas mientras afilados pétalos me cortan, y tú apaciblemente recolectas las perlas brillantes de mis ojos; y de tus labios sale un leve «Te amo». Humo abrumador brota de tus palabras envolviéndome, dándome caricias vagas y promesas huecas. Tú solo repites: «Es por tu bien».

Me sostienes entre tus brazos, pero rompes mis costillas. El aire me abandona, para que tú lo absorbas como lo haces desde que te conocí. Debo alejarme, pero eres un imán que me atrae, que me rompe por dentro como papel. Besos vagos en mi alma se marcan cual bálsamo que alivia mi pecho abierto, pero siempre tus manos cambian las flores por vidrios punzantes. Duele, pero no hago nada pues estoy atada a tu lado sin saber a dónde ir. No tengo un camino si no es contigo.

Me haces sentir gica” porque tienes el control. Porque no soy dueña de mi cuerpo pues lo has tomado como un conquistador. Huiré. No importa si eso implica desgarrarme más de lo que tú ya has hecho. Dejaré atrás un templo sagrado, que ahora me es ajeno. Ahora soy un simple fantasma que vaga en lo que resta de mí. Soy una ilusión de lo que decías amar, para después destrozarme y dejarme en un rincón sola, abandonada, como una muñeca vieja sin propósito, porque el que me has asignado, ya se rompió.

Pero sigo aquí. Por favor voltea a mirarme una última vez. Te amo, aún lo hago, o eso quiero pensar. Me haces sentir como yerba frágil pero arraigada. Aunque el viento sople de manera violenta, aguanto las sacudidas en espera de tus caricias. ¿Por qué se siente tan mal?

Voces me gritan desesperadas suplicando que te deje. Me dicen que eres veneno adictivo para mí. Mi juicio se nubla, el miedo me inunda y en mi cabeza solo hay una pregunta: ¿Qué haré sin ti? Pues me amas, ¿verdad?

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