Hace mucho tiempo, existió una chica llamada Lee Yuna a quien se le dio el poder de dar y quitar la vida. Más que una bendición, para ella era una maldición.
Un día se le encargó la misión de aniquilar a Jung Hyunsoo, pues era una amenaza. Ansiosa, fue a cumplir su misión. Hyunsoo se encontraba meditando en el Templo del Dragón de agua, el Santuario de Acuario; al encontrarlo, la chica se puso a la defensiva y lo atacó sin dudarlo. Creyó que acabaría con él de un solo golpe, pero no fue así. Ágilmente, el chico se puso atrás de ella. La chica estaba sorprendida, pues nadie nunca le había dado pelea. Al instante, la chica quedó fascinada por él debido a su gran belleza, agilidad y destreza. Pero no fue la única: Hyunsoo quedó cautivado por la valentía y la fuerza de la chica. Yuna era un alma tan pura.
—Me rindo, pero volveré por ti —dijo Yuma.
Fiel a su palabra, volvió por una pelea.
Heridos, comenzaron a curarse uno al otro con delicadeza, como si ese momento fuera a desaparecer.
El ministro, padre de Yuna, estaba angustiado por perder el control sobre su hija. Por ello, dio la orden a los caballeros de mantenerla cautiva en su habitación. Pero ella logró escapar.
Cuando llegó con Hyunsoo, él la calmó diciendo que todo estaría bien. Cuando el ministro arribó estaba tan enojado de verlo juntos, que desenvainó su ardiente espada para enfrentar a Hyunsoo.
La pelea se intensificó y Yuna se interpuso para proteger a Hyunsoo. Ella cayó, pero antes de tocar el suelo, él la sostuvo en sus brazos. Impotente ante la situación, Hyunsoo no hizo más que mirarla mientras Yuna tocaba su mejilla.
—No te preocupes, estaré bien porque en ésta y en la próxima vida, te amaré—le susurró ella.
Con lágrimas en los ojos, Hyunsoo abrazó el cuerpo de Yuna. El único rastro de su existencia.