I.
El atardecer naranja sale
de la curva de tus pies medio chuecos
desde nacimiento.
Tu personalidad se encapsula
en la tela aterciopelada
de la blusa que usas
el día más caliente del año.
Tus ojos son estrellas que se cierran
para los labios adictos a los chismes sordos,
como las venas que los cuentan,
y tu sonrisa es una fractura
en la realidad tangible.
Creo que te encuentro
cuando veo el cielo
pensando en los atardeceres
que solo se dan en Caborca,
donde recito mis frases simples
pensando en ti,
en lo ilógico de esta existencia
si no tengo un cuchillo para tallar el futuro.
II.
Las palabras en mis pensamientos
te odian por pertenecer siempre
a lo estéril de las páginas giratorias.
Yo rapo mi lenguaje
para que le crezca el pelo chino
y se enrede alrededor de ti,
te consuma, y con sensibilidad pregunte
si está bien escribirte cuando en el naranja
usas una sombra reciclada.
En la oscuridad mentolada de tu cuarto,
me pregunto si Caborca sabía
lo que se perdió.
Guardo en mi memoria tu mar de rostros
para soñarlos en el insomnio.
Despertar buscando
esa nariz hueca
dónde se acuestan las aves a dormir,
la sonrisa medio ilusa
made in china para que se caiga en la vejez.
Ni te imaginas
que arrastras 700 años de historia
en cada risa que se lleva un pedazo del desierto.
III.
Te hiciste fantasma al medio día.
Bajo el sol parte madres
no se perdona la falta del lenguaje
y sus palabras invisibles.
Tus ojos se adaptaron al sol,
sin mirar supiste que
este poema era más mío que tuyo,
un hábito mal aprendido,
como inhalar el humo de los cigarros
de mi abuela
mientras ella lloraba porque
nunca volvería con su amor verdadero.
Nunca sentiría el vacío
de un cariño claustrofóbico.
El 2012 se acercaba
el fin del mundo le crecía como piedra en el riñón.
El mundo no se acabó,
yo nunca aprendí lo que tocabas
en las puntas de mis dedos.
¿Tú también, encendías los focos en tu cabeza
para ver el futuro herido?
¿Tú también te electrocutaste?
Sé que la luz sale cara
y algunas veces la vida no da de comer.
Buscarte parece una broma,
pero había algo
cuando los pavimentos se tensaron y se relajaron
en la carretera sin recorrer de tu espalda.
Cesárea,
donde tú creciste
no había quién te regara,
planta seca.
Igual necesitabas estas lágrimas.
Te lloré en baños públicos,
camiones, parques y montañas.
Hice de llorarte un trabajo de nivel estatal.
Tú necesitas más,
unos 20,000 poemas fracturados
y no esta poeta presuntuosa.
Las grietas se abren
buscando algún vestigio de tus pasos.
Todos se parecen a ti.
Todo se borra.
El atardecer se esconde detrás de la ventana.