¿Podría volver a tus brazos?
¿Podrías volver a besarme con tus labios fríos?
¿Será que somos almas gemelas destinadas a no estar juntas?
Pero tú amas a tantos seres que es injusto este tipo de amor.
Me pregunto si en algún lugar lejano, en algún rincón oscuro,
estás esperando por mí.
Pero sé que no podré verte, pues no perteneces a este mundo.
Sorprendido, me encuentro a mí mismo llorando por ti.
Desearía tomar tus delgadas manos y caminar sin ningún tipo de destino.
¿Acaso lograría hacerte reír?
Tal vez tu risa suene solo como un murmullo perdido en la niebla.
Las lágrimas se deslizan por mi rostro
porque te amo tanto y no puedo expresarlo.
¿Acaso tú lloras por mí?
¿Cómo un ser tan divino como tú lloraría por un escarabajo?
Desearía gritar tu nombre hasta no poder más.
Me pregunto a menudo, con frecuencia aterradora,
si tu voz, llena de cansancio y pesadumbre
solo podría pronunciar cosas horribles sobre mí.
Me pregunto si mi inmenso amor infundado ha provocado en ti un odio cruel.
No hay lugar donde no encuentre tu recuerdo, tu presencia.
Pues allá a donde vaya, muerte es lo que único que veo.
Lo único que me rodea.
El roció del pasado llega como un aroma falso de memorias,
un escalofrío lento y siniestro por mi espina dorsal.
Murmullos en la niebla.
¿Por qué no puedes escucharme? ¿Por qué te has alejado tanto?
¿Acaso no sabes cuánto deseo ser ahogado por tus delgados brazos?
Sofócame con tu falso amor hasta que no pueda más;
hazme llorar con tus gélidas palabras.
Quiero escuchar tu irreal risa, tu lejana voz.
Quiero llorar sumergido en tu pecho.
Te odio, y de alguna forma, también te amo.
Me aterra estar contigo y lo anhelo con desesperación.
En mi mente, una voz dice que puedes recordarme,
que no he cambiado nada.
De ninguna forma mi mente podría crear un timbre de voz tan exacto.
Es como si me hubiera olvidado de alguna persona
y la he llamado Muerte.
Dueles.
Duele mi amor por ti, el mismo que me destruye,
porque sin importar cuanto te ame,
Tú nunca lo harás por mí.
Querida muerte, constantemente pienso que contigo las cosas estarían mejor: no habría estrés paralizante, no habría ataques de ansiedad a menudo, no habría tanta tristeza. Existiría solo el vacío de mi tan anhelado deceso, el vacío de tus brazos. Pero no, nunca volverás a mí.