Las personas cambian muy rápido.
Alguien que hacía brillar tus ojos,
puede hacerte llorar a mares.
Alguien que te provocaba sonrisas,
ahora solo provoca dolor y sufrimiento.
El amor y el cariño se convirtieron en odio y rencor.
Me pregunto el porqué de tu traición,
el porqué de tus mentiras.
Si pensé que me querías
fue porque tú me lo decías
cada noche, cada mañana, en cada mensaje que me enviabas.
Pensé que la pasábamos bien,
que íbamos por buen camino;
que pronto seríamos algo más que amigos.
Cambiaste.
Ya no me mirabas igual.
Te sentía tan distante,
sin ganas de continuar.
Te pregunté qué pasaba, por qué ya no me abrazabas,
por qué mis mensajes solo ignorabas.
Tu desinterés hacia mí se notaba.
Dijiste no saber qué tenías,
pero que lo nuestro continuaría.
Te creí, a ojos cerrados te seguí.
Mis sentimientos hacia ti seguían
y cada día más crecían,
pero de tu parte solo se iban.
Cuando leí que te despedías
sentí que el mundo se me venía encima.
Decías no saber lo que en verdad querías,
pero al paso de los días lo entendí todo.
Cuando te vi con ella de la mano,
tus ojos mirándola como me mirabas,
tratándola como me tratabas,
dedicándole las canciones que a mí me dedicabas,
me sentí reemplazada, lastimada
por la persona a la que tanto amaba.
Quería odiarte, pero no podía.
A pesar de todo, aún te quería.
El tiempo a tu lado fue una maravilla
a la que nada cambiaría.
Me alegrabas los días con tus palabras,
con tus abrazos, tus besos y tu linda sonrisa.
Quisiera estar bien contigo,
poder hablar al menos como amigos.
Aunque sería mejor nunca haberte conocido.
Que no hayas estado en mi camino,
tú, “casi algo”, que dejó mi corazón herido.