I.
Somos como un par de niños que juegan al escondite.
Estamos más cerca de lo que creemos,
pero aún no logramos avistarnos.
Estamos perdidos entre la bruma de la indiferencia,
entre la distancia de los años.
Somos artistas que no conocen respuestas,
solo viven de preguntas.
Somos dos seres,
cuyo lenguaje es una verdad que miente,
un grito que se pierde en el mutismo y
un estridulo violento que sacude al mar.
Somos solo un par de trotamundos
a quienes les es difícil respirar
porque su corazón es diáfano,
su sangre de un cristal tornasol
y sus sueños dorados se han deslustrado.
Estamos vagando,
aunque no hemos ido a ninguna parte.
Nos hemos extraviado entre caminos salvajes.
II.
Durante varios veranos,
mis manos derramaron trova
a alguien que no sabía si existía en este mundo palpable
y al mismo tiempo imaginario.
Después de todo,
mi realidad
es una construcción cambiante,
que se renueva cada ciclo de cuarto creciente.
Y tras varias coplas fallidas,
y de escribir versos en paredes blancas
con tinta roja proveniente de mi cuerpo,
las palabras,
con su frágil textura
y su simple anatomía,
modelaron tu rostro.
III.
Mi cuerpo se funde,
se origina un huracán en mi lengua
y una marea en mi mente.
¿Será que soy el indicado para ti?
Me aferraré a que la respuesta sea un sí.
¿Será que nos hemos estado esperando sin siquiera saberlo?
Esperaré a que el tiempo nos dé la razón.
¿Será que debimos besar sombras hasta encontrarnos en la luz?
Me atendré a que así debió ser.
IV.
Entonces,
tengo la fortuna de decir que ya te encontré.
Sé quién eres y en lo que te has convertido,
sé que me buscas,
aunque no sabes quién soy;
y que escuchas canciones pensando en alguien que podría ser yo.
Por eso,
cuando llegue el momento indicado,
cuando estemos en la vida correcta
y en el tiempo preciso,
cierra los ojos
y búscame en el sitio donde no haya nadie,
donde no haya señales de que algún tipo de vida germinó ahí.
Búscame entre las páginas de un libro añejo lleno de notas,
entre los manuscritos de poemas que no te di,
entre los abrazos que nunca nos dimos,
y entre los besos que jamás se consumaron.
Y,
cuando percibas la fragancia del perfume de las mandarinas,
cuando degustes el dulce y leñoso sabor a canela,
cuando las libélulas te abracen
y las cigarras dejen de cantar,
solo llámame en el arrullo del silencio.
Abre tus ojos
y encuéntrame.