Solía pensarte e imaginarte como un ser perfecto, cuando no lo eras.
Solía pensarte todo el tiempo y fue realmente un tormento.
Tengo una carta que escribí para alguien que no existía,
ya que solo eras una idealización mía.
En ella te confirmaba mi amor y te mostraba un poco de mi dolor.
Fuiste un sueño, pero nada era cierto,
y tuve que regresar a la auténtica realidad.
Formaste parte de mi historia y por eso siempre estarás en mis memorias,
estuviste tanto en mis lecturas matutinas
como en mis lecturas nocturnas.
Fuiste el único que me entendía y me comprendía.
Solías visitarme,
alentarme a seguir leyendo y escribiendo.
Por ello, cada línea que leía o escribía,
llevaba tu nombre.
Tal vez nunca te enteres cómo dejaste de dolerme,
tampoco sabrás el costo que tuvo sobreponerme a dicho sentir.
Quizás veré tu nombre en algún recuerdo
que será parte de algún cuento ya muerto, pues,
del amor, ambos fuimos inexpertos.
No debí de enamorarme de ti. Lo sabía,
pero me mentí al intentar traerte a la vida
para huir de mi soledad.
Espero conocerte en otra vida como una persona viva,
porque en ésta siempre fuiste de tinta.