El poeta se fue. Déficit de inspiración.
Anhelaba de nuevo palpar las letras que se engendraban en mi tintero gastado.
Busca comprensión ¡oh, triste oración que clama de nuevo vivir esa pasión!
Inició su diaria expiación, mientras la pluma rodó luego de un suspiro.
No me detengas ahora. No me ves. Quiero excitarme contigo.
Permíteme saborear el placer que tenía mi imaginación;
cesa el llanto y vuelve a acalorar el corazón ¿ahogado?
¿Respiras bien? ¿Jadeas otra vez?
¿Sientes esa vibración, ese latir que te creaba calor y éxtasis?
Me sumas en intimidad.
¡Oh! Quiero oír ese susurro, ese gemido tuyo…
Frenesí. Sí, lo palpas. Ah.
Está demasiado cerca, me enloquece, me hace ceder, no puedo contenerlo.
Yo no accedo tan fácil. No me interiorizas aún, escritor.
¿De qué hablas? Te conozco desde mucho tiempo y quiero volver a entrar en de ti.
Yo lo deseo, pero así no. Déjame postrarme de nuevo.
No te turbes. Estás jadeando exhausto. Cometiendo pecado, cual holocausto.
No me conociste. Nunca lo hiciste.
No me odies por recurrir a ti, deseo satisfacerme. Te deseo.
Lástima que ahora tú ves que tu tinta se agotó.
La pluma flácida no percibió cuerpo, material y lienzo.
Quiso olfatear feromonas con seudónimo grafía.
No recorrió más y, tras forzarse, placer sintió la arcada de tu necedad.
Necesitas buscar lo que percibe tu conciencia.
Requieres que tu mismo deseo de ser escuchado fluya “naturalmente” de ti.
Oh, no creo que sea así. Cranea la manera de mermar esta necedad.
Vuelves a tus letras, sin éxito, viejo poeta.
Conóceme bien, percibe mis movimientos que amaste antaño,
y unirás en un suave ósculo tinta caída de mi blanco paño.
Quiero ahora, no después. Yo no te puedo conocer. Quiero sentirte.
Lujurioso, aléjate de mí. Perverso y lascivo.
¿Profanarás lo que alguna vez amaste?
No me perdiste, pero ahora vuelve a hacerme sentir que llamaste,
que escribiste, que sentiste.
O al final, sentir que maduraste, mi amado escritor.