Desde que te fuiste, la vida perdió todo su sentido, sus colores y su pasión. Nada ha sido igual, pues lo que solías representar ya no se encuentra en ningún lugar; nos has dejado con el corazón roto, tus lágrimas y risas ya no están ni aquí ni allá. A veces me cuestiono si fuiste parte de una enseñanza, o si tan solo fue un juego de mi imaginación.
Me gusta pensar que, si fuiste parte de mi imaginación, aún sigues aquí. Sigues teniendo un lugar en nuestro corazón. Sigues compartiendo risas, lágrimas, enojos, envidias, miedos y logros, sintiéndote orgulloso de cada uno de nosotros. Me gusta pensar que, desde el lugar en el que te encuentras, aún nos ves, aún sientes, aún existes, aún vives en cada enseñanza que dejaste, en cada palabra de amor que nos diste, en cada abrazo, en cada beso, en cada sueño, porque tú eras especial. Sabías estar ahí para nosotros, y nosotros sabíamos estar para ti, pequeño pedazo del cielo.
Sé que ya no estás, que solo fuiste una enseñanza de la vida, un pequeño y bello aprendizaje que nos dio tanta alegría y felicidad en un solo corazón; que nos dio tristeza cuando se marchó siguiendo su destino. Te fuiste de nuestras vidas para que comprendiéramos que amar también es dejar libre a las personas que son objeto de nuestro cariño si las vemos sufrir. Como familia, a través de nuestro amor te enseñamos a ser libre; porque, aunque nos dolía y nos quemaba por dentro, nosotros también queríamos verte feliz y en paz. Por eso hoy ya no estás.