Recuerdo la charla que nos hizo sentir que habíamos encontrado aquello que nos faltaba. Lo nuestro era como un misterio, una aventura, un silencio; sabía que todo era mutuo, pues bastaba con mirarte a los ojos para darme cuenta de que lo tenía todo. Sin embargo, el tiempo hizo lo suyo: crecimos. Cada día podía sentirte más lejos e inalcanzable.
El camino que nos unía poco a poco se fue perdiendo hasta que acabó a la deriva. Aquellos planes que hicimos quedaron escritos en el aire. Las pocas noches que pasamos juntos observando las estrellas y que estaban grabadas en mi cabeza, ahora, lentamente, se van desvaneciendo. Las canciones que disfrutábamos ya no son tan especiales; lo mismo me pasa con los lugares que compartimos.
Si pudiera tener un deseo, pediría con anhelo… que me olvides. Que me dejes atrás por completo y que nuestros corazones jamás se encuentren de nuevo. Pertenezcamos a otros cuerpos y brillemos en otros ojos; florezcamos lejos el uno del otro, comencemos en nuevos labios y terminemos en otros pechos. Admiremos otros cielos, escribamos nuevos poemas, escuchemos distintas melodías, encontremos el camino que buscamos un día, vivamos felices haciendo lo que nos plazca sin preocuparnos por nada. Continuemos cosechando alegrías, coleccionando experiencias, amando esos amaneceres que nos esperan, conquistando corazones, encontrando belleza o rareza en todo aquello que nos rodea; conservemos nuestra joven alma en busca del misterio de la vida, aprovechemos los cambios que tendremos y sigamos creciendo día con día. Olvídame si es necesario. Lo pido una vez más, porque prefiero eso a que nos quedemos atrás.
Espero que, si alguna vez llegas a leer este sincero texto, ni siquiera logres darte cuenta que se escribió para ti.