También son buenos los paseos.
¿Qué tal si te animas
a dar un paso a lo desconocido
con un desconocido?
Solo, no te desconozcas.
Sentirás la vida
en un solo latido,
ese latido fuerte
y claro de un desconocido
al que le entregarás todo.
Quiero
no saber nunca
lo que pienses,
no conocer ni una palabra
de las que enuncies.
Lo que quiero
es que me descoloques
el intelecto.
Te pierdo en la dimensión de los espejismos.
Eres tan claro y difuso.
Ya no busco
solo encuentros.
Vivir cada noche pasiones, amores,
goces prohibidos, sensaciones,
sentimientos, cariños y placeres;
entregarse en su totalidad al desconocido,
fluir como un río, con rocas, peces
y uno que otro pescador.
Hubo noches en las que llevé pescadores de hombres.
Fugaz y sensual, me entregué
cabalgando como el Cid campeador en busca de alguien y a la vez de nadie.
Dolores vividos que intento borrar cada noche.
Malditos que se buscan venerar entre goces,
malos tratos, buenos pagos,
malos pagos, buenos tratos,
o solo experiencias.
Al fin y al cabo,
hacer el amor con hombres fugaces.
Cuando quiero sentir, me entrego totalmente,
sin importar pasados,
sin importar futuros;
sabiendo que esa entrega es total y efímera,
bella y placentera,
todo es como es, real y fugaz, sensible y sin ataduras,
sin masoquismos.
La implacable lucha por alcanzar nuestros deseos
nos lleva a querer amar hasta a una roca, pero,
si esta roca no se entrega totalmente al abismo,
a lo desconocido,
simplemente no repele la gravedad
(no levita, no vuela,
solo es aplastado por esta fuerza.
Solo somos aplastados por esta fuerza).