Y dieciocho…

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También son buenos los paseos.

¿Qué tal si te animas

a dar un paso a lo desconocido

con un desconocido?

Solo, no te desconozcas.


Sentirás la vida

en un solo latido,

ese latido fuerte

y claro de un desconocido

al que le entregarás todo.

 

Quiero

no saber nunca

lo que pienses,

no conocer ni una palabra

de las que enuncies.

Lo que quiero

es que me descoloques

el intelecto.

 

Te pierdo en la dimensión de los espejismos.

Eres tan claro y difuso.

 

Ya no busco

solo encuentros.

 

Vivir cada noche pasiones, amores,

goces prohibidos, sensaciones,

sentimientos, cariños y placeres;

entregarse en su totalidad al desconocido,

fluir como un río, con rocas, peces

y uno que otro pescador.

Hubo noches en las que llevé pescadores de hombres.

Fugaz y sensual, me entregué

cabalgando como el Cid campeador en busca de alguien y a la vez de nadie.

 

Dolores vividos que intento borrar cada noche.

Malditos que se buscan venerar entre goces,

malos tratos, buenos pagos,

malos pagos, buenos tratos,

o solo experiencias.

Al fin y al cabo,

hacer el amor con hombres fugaces.

 

Cuando quiero sentir, me entrego totalmente,

sin importar pasados,

sin importar futuros;

sabiendo que esa entrega es total y efímera,

bella y placentera,

todo es como es, real y fugaz, sensible y sin ataduras,

sin masoquismos.

 

La implacable lucha por alcanzar nuestros deseos

nos lleva a querer amar hasta a una roca, pero,

si esta roca no se entrega totalmente al abismo,

a lo desconocido,

simplemente no repele la gravedad

(no levita, no vuela,

solo es aplastado por esta fuerza.

Solo somos aplastados por esta fuerza).

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