Wakefield fue un singular personaje que fingió partir de viaje durante una semana sólo para ocultarse en una casa vecina a su hogar y contemplar la vida sin él. Tal experiencia se prolongó durante veinte años; vio crecer a sus seres queridos, vio la desesperación y la soledad de su esposa. Vio menguar en ella, día tras días, la femenina esperanza de que retornara el marido. Un día, Wakefield vio salir de si casa un ataúd vacío anunciando que su familia ya lo daba por muerto: también de su sitio para la muerte se había ausentado. Desde entonces, vistió de luto y continuo su vida. Finalmente, una tarde espontánea como en la que había partido, regresó a su casa.
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Igual que Wakefield, fascinado ante su ausencia, a veces quisiéramos, más que es estar solos, estar donde estén todos menos uno mismo
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