Noche cacofónica

Quietud. Te palpas los tobillos y sientes que alguien, no sabes quién, los enmarañó con hilos, con telarañas imposibles. El rostro infantil de Tomás se está deshilando en algún lugar de tu cabeza. Recuerdas esa vez que fueron al cine, una de las últimas: un astronauta dice a otro astronauta algo sobre el instinto de supervivencia, sobre la capacidad humana de aferrarse a la vida, sobre cómo está comprobado: la última imagen que vemos antes de ceder gentilmente a la noche es la imagen de nuestros hijos. Te preguntas si tu padre vio tu imagen antes de sucumbir ante el alcohol. Ahí está Tomás. Puedes verlo, está dentro del quiosco, iluminado de pronto por las estrellas o por la luz de un cinematógrafo.

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