Autotomía

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Supongamos que no sabía, pero en realidad no quise saberlo,
que la vida era difícil y más siendo la mujer que decidí ser.
Esa que no tendrá hijos o marido, que nunca estará oprimida

por las fuertes expectativas de la sociedad fallida,
que aún siendo mujer, será acusada de no serlo.
No seré aquella que sacará a pasear al perro,

a la que respetuosamente otros llamarán señora,

no tendré la casa pulcra, la comida lista y caliente,
los sentimientos bajo control.
Son esas las historias que nunca me sucederán.
Seré la madre con brazos amputados, como mis sentimientos.
Soy de ese tipo de mujeres que vive con los estigmas propios de la crucifixión,
que toman por hogar la calle, al no tener otra alternativa.
Tendré dos nombres distintos, pero siempre será el mismo.
La mujer que lleva las riendas de su propia existencia.
Incómoda de ver.
Una paria.
Lo mío será un ir y venir de seres cuyos nombres no recordaré.
Tendré siempre las maletas vacías por si hay que emprender la huida.
Comenzaré de nuevo, siempre hacia adelante

y pensando  que cuando todo vuelva al caos

tomaré el viaje hacia ninguna parte, para el que ya tengo boleto,

que me llevará a donde siempre debí estar,

me otorgará la libertad de vivir plena,

estaré tranquila con mi propia existencia

y libre de pagar el precio de ser feliz.

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