Buen viaje

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Frente a ella, en el reflejo fragmentado que le brindaba su espejo roto, vislumbraba un largo camino: el derrotero por el que tendría que transitar. En ese momento tenía bien definido adónde quería llegar, sin embargo, con el tiempo la meta perdería su carácter absoluto. En el camino habría desviaciones que se vería obligada a tomar, habría contratiempos y habría pausas necesarias para descansar y reconsiderar sus próximos pasos, otras simplemente las tomaría porque le gustaba el lugar en donde se hallaba; después de esas pausas vendrían curvas arriesgadas o pasos cautelosos hacia atrás. De esta manera, la meta se volvería difusa o, por el contrario, se volvería tan clara que querría alcanzarla con más ímpetu del que imaginaba que podía tener.

Su cara frente al espejo reflejaba dudas. No tenía certidumbre alguna de que sus pasos la llevarían adónde quería, tampoco sabía si, una vez hubiera llegado al destino deseado, seguiría queriendo estar ahí; no obstante, entre tanta incertidumbre, había una certeza, y esa única certeza era suficiente para arriesgarse a que el tiempo resolviera todas sus dudas: no podía habitar más ese lugar, no podía habitar más esa casa, esa casa que era su cuerpo, ese cuerpo al que tanto habían maltratado, al que tanto le habían impuesto y al que tanto habían violentado… Aunque lo más acertado sería decir que había dos casas que ya no le permitían habitar: su cuerpo, que trajo consigo la imposición social de ser hombre, y el techo sobre su cabeza; los dos igual de heridos.

Las causas puntuales para emprender cada viaje eran distintas, pero ambas eran válidas y hasta vitales; empero, eso no lo comprendían quienes en el futuro la tratarían como intrusa por su apariencia, tanto cuando llegara a otro país como cuando se encontrara en espacios separatistas de mujeres. Esos momentos ya los veía venir. Aun así, no perdía la esperanza de que en ocasiones pudiera encontrar espacios que pudiera habitar y en los que pudiera habitarse como la mujer que era.

Después de unos segundos mirándose, decidió tomar la ropa que la hacía sentir más cómoda y el dinero que tenía. Cómo deseó que alguien hubiera estado ahí para darle unas palabras de aliento antes de su doble partida, alguien que preguntara por el estado de su travesía de vez en cuando… Pero no, ahí solo estaba ella. Volvió a mirarse frente al espejo roto, se miró con toda la ternura que pudo, sonrió y se deseó buen viaje.

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