El dolor tiene vitaminas

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Nuestras vidas se definen por las
oportunidades, incluso las que
perdemos. 

Scott Fitzgerald
El curioso caso de Benjamin Button

 

¿Qué hace que cambiemos? Si pensamos en la harina de un pastel, sabemos que no volverá a ser harina, pues entendemos que ha sufrido un cambio químico que la ha convertido en un delicioso postre de celebración. Pero si pensamos en nosotros, entendemos que el proceso de cambio es más complicado. 

Aquí nos topamos con el dolor. Este amiguito nos vigila en todo momento y en cualquier lugar. Quisiéramos ocultarnos en la isla más recóndita de nuestros sentimientos para que no dé con nuestro paradero. Pero es imposible, porque el dolor cumple un papel relevante en nuestra vida: nos ofrece la oportunidad de cambiar. 

Se presenta en diferentes etapas, y su duración depende enteramente de nosotros. Aunque si bien, el dolor puede venir acompañado de la preocupación, la angustia o la ansiedad, básicamente estamos hablando de una percepción sensorial localizada o subjetiva, que puede ser más o menos intensa en alguna parte del cuerpo. 

Es por ello que la más intensa presentación del dolor se experimenta cuando nos rompen el corazón, suceso de carácter mundial, aunque al vivir nuestra encrucijada amorosa creamos que solo nos ha ocurrido a nosotros. Álvaro Contreras Villaseñor, de la facultad de medicina de la UNAM, reconoce que si bien el desamor es tan antiguo como la humanidad, el término científico apenas fue reconocido en la década de los noventa en Japón, quien lo oficializó como una miocardiopatía por estrés que se produce cuando reconocemos que se ha hecho oficial la pérdida de una persona.

A partir de este momento el dolor nos convierte en un almacén de momentos que nunca existieron, los cuales recorren nuestra imaginación al divagar por el pasillo de la nostalgia. Pareciera nefasto, pero el dolor ha llegado a convertirse en nuestro medicamento de confianza, pues en él encontramos vitaminas que ninguna aspirina o analgésico nos dará. 

Podemos sentir dolor por no aprobar un examen que definiría el rumbo de nuestra vida, o terminar una relación que creíamos especial e inagotable, pero al degustar el dolor a tragos cortos, con el paso del tiempo volveremos a sonreír. 

Por ello debemos resistir. A pesar de los cambios. A pesar del tiempo y el olvido. A pesar de las decepciones. Tan solo hay que ser pacientes después de tomar nuestra amarga medicina, que no es otra que el tedioso e ineludible dolor. 

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