Las maletas y un adiós

pexels-pixabay-277290-scaled-thegem-blog-default

Mi corazón siempre había anhelado un clima cálido, de esos donde los atardeceres parecen de película y el sol abraza tiernamente tus mejillas. Pero míralo, usando guantes y bufanda, explorando tu frío corazón en busca de una señal cálida, de una señal de amor. ¿Dónde está? ¿Debería desistir o, por el contrario, insistir? Como buscar calor donde nunca existió el sol, buscar amor donde nunca lo hubo.

Hoy, después de tanto tiempo, hice las maletas, empaqué solo lo esencial: un cuaderno pequeño para mis pensamientos, uno grande para mis dibujos, una botella con recuerdos en caso de estar al borde de la inopia afectiva.

Estaba seguro de algo, de tomar un vuelo, no sabía si algún día iba a volver, tampoco hacia dónde iría; sólo sabía que mi corazón ya no pertenecía a ahí, ya no pertenecía a tus brazos, ni a tus besos, mucho menos a tus caricias y a tus mensajes.

Mi corazón dolía a causa tuya, mi corazón lloraba por la presencia de tu ausencia, mis ojos ardían por tantas lágrimas derramadas que, siendo sincero, no creo que valieran la pena. Sin embargo, la más afectada sin duda fue mi mente. Recuerdo escucharla divagar noche tras noche, preguntándose qué había hecho mal, qué culpa tenía ella, qué pecado había cometido para pagar tal suplicio. Dudaba sobre subir al avión, si era buena idea dejarte, si había algún modo de arreglar lo roto; peleas y discusiones alteraron la paz de mis pensamientos. Un día llegué a la conclusión de que no me aferraría a alguien que me lastima más de lo que me ama, a alguien que dice promesas vacías y declamaciones de amor a escondidas.

Por eso hoy me levanté y vi cómo mis ojos, mi corazón y mi mente hacían las maletas, cada una empacando lo que le parecía pertinente.

El corazón, una agenda con números telefónicos y, por qué no, un reloj para poder empezar a sanar ya que, dicen los ancianos, el remedio para un corazón es el tiempo y unos buenos amigos.

Mis ojos se fueron a lo ligero y solo empacaron unos lentes para distinguir mejor la realidad, y una cámara para capturar cada momento.

La mente hizo una maleta enorme, llena de tus recuerdos, de tus caricias y del amor que una vez me pregonaste. Ojos y el corazón ya están resignados para dejar este amor. ¿Por qué mi mente no quiere hacerlo? ¿Por qué se sigue aferrando a la idea de que tú también tomes nuestro vuelo?

5

Dejar un comentario

X