
Que las crujientes hojas bajo mis pies me lleven al tiempo invernal donde todo transmuta de la muerte a la vida, donde se recobra la fuerza, el calor y el valor, donde se renace, donde se es de nuevo.
Que el viento me lleve a conocer rostros, sabores, sensaciones nuevas. Que me deje llegar a lugares inesperados, explorar caminos rectos, curvos, angostos y que sabiamente me susurre al oído cuándo es el momento adecuado para decir adiós.
Que el agua me deje fluir y cambiar de un estado a otro. Que me permita adaptarme y enfrentar los nuevos obstáculos, retos y circunstancias. Que me ayude a limpiar mis heridas y sanar mi alma cuando no se reconozca a sí misma.
Que la familia me acompañe, a pesar de estar lejos, pues su sangre, enseñanzas y sonrisas siempre serán parte de mí. Que me brinde calor su recuerdo en mis momentos de mayor soledad y que el ritmo de los latidos de sus corazones sea la melodía que me guíe ante los caminos de la confusión y el miedo.
Que el amigo me brinde su oído cuando necesite desbordar el río dentro de mí. Que me arrope con su consejo cuando me enfrente al futuro incierto y que me encuentre con su abrazo cuando la fuerza en mi interior se quiera desmoronar.
Que la vida me permita vivirla, sentirla y disfrutarla. Que me permita ser con el otro, aprender con el otro y morir con el otro. Que vuele en libertad, que aterrice con firmeza y parta dejando abierta la puerta del amor y las vivencias.
Que las copas de los árboles cambien de verde a amarillo, de marrón a verde, de la muerte a la vida. Que nazcan y surjan, de la raíz al cielo y del cielo a las estrellas. Que fluya la existencia, que fluya el ser, que fluya la vida.
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Gracias…