Small town

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Por mucho tiempo, White Horse fue sólo una canción de mi álbum favorito de Taylor Swift, pero en cierto punto de mi vida el estribillo This ain’t Hollywood, this is a small town, cobró sentido.

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Llegué a La ciudad de las flores por destino, o al menos eso es lo que yo elijo creer. Recorrí sus calles, me empapé con sus lluvias de verano, probé su salsa macha, conocí el té chai y quedé enamorada de su maravillosa temporada otoñal. Cosas que podrían resultar simples para cualquiera, pero para mí, una foránea, resultaron ser hallazgos valiosos.

Habité Xalapa como si fuese la ciudad más cosmopolita del mundo. Vagué por sus bares, reí en sus cafeterías y lloré en algunas de sus avenidas. Cinco años después de mi llegada, entendí que Xalapa realmente es una capital pequeña, una cuyo centro se recorre en menos de 40 minutos. Me enamoré una vez y he de confesar que no fue la más sensata. Posiblemente, Xalapa sea el sitio donde realmente nací, porque verdaderamente comencé a vivir cuando llegué.

Los años han transcurrido y cada día siento más la necesidad de abandonar la Estridentópolis que me vio evolucionar y convertirme en mi verdadero yo. Con el paso de cada estación pienso en hacer mi maleta, echar los libros en cajas y comprar un último kilo de café coatepecano antes de irme. Cada vez que la necesidad de partir se hace presente pienso en todo lo vivido y en las incontables cosas que me llevaría sin que éstas realmente ocupen un espacio físico en mi maleta.

Por ejemplo, si decido irme, se irán conmigo parte de los recuerdos que vivimos. Las noches de desvelo, de llanto ahogado y dolor punzante en el pecho; aquellos días donde la cama era mi sepulcro y ni los rayos del sol lograban calentar mi delgado y frío cuerpo. Se quedarán conmigo no como algo agradable; sino más bien como un resabio amargo. Justo como el que me dejó el último cigarro que ilusamente fumé, más por antojo que por nostalgia, el cual ni pude acabarme porque después de un año de abstinencia me supo a hiel. Y es que justamente así son esos recuerdos, amargos, asfixiantes, innecesarios y más dañinos que el alquitrán y la nicotina.

Sé que un día me marcharé, pero ahora el estribillo que dice, This ain’t Hollywood, this is a small town cobra sentido, porque ciertamente Xalapa is a small town. Solo que yo era demasiado joven e inocente para darme cuenta. Stupid girl, I should’ve known, I should’ve known.

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