Todo lo que aún no es

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Podría conocerte mientras viajo al trabajo, al leer un libro cerca de la fuente, mientras olvido mi suéter en la cafetería… Podría conocerte al comprar fruta en algún pueblito mágico, mientras haces un cumplido sobre mis ojos, o al observar a los abuelitos bailar un tango en medio de la plaza…

Es verdad, también cabe la posibilidad de que en realidad no coincidamos nunca. Mientras yo camino hacia el teatro, tú podrías dirigirte hacia el restaurante, o quizá, el día que decida tomar un trago en algún bar, tú elijas caminar por la ciudad. ¿Cómo debemos llamar entonces a ese posible encuentro?, ¿casualidad?, ¿destino? A decir verdad, no creo en las casualidades, pero sí en la causa-efecto. 

¡Qué maravilla poder contemplar las posibilidades! Es uno de mis juegos favoritos: pensar en todo lo que puede ser y aún no es. Mi terapeuta lo llama ansiedad, hemos platicado varias veces sobre esa necesidad mía de controlarlo todo. Yo lo he reconocido, me genera cierta seguridad, sin embargo, me sigue resultando fascinante. Admito que también es agotador, mira que considerar todos los caminos posibles para evitar la incertidumbre. ¡Qué suplicio!

Si alguna vez nos encontramos, evitaré las ataduras, las promesas vanas; no pretenderé sanarte ni pediré que me sanes; ahora sé que eso le corresponde a cada uno. Tan solo pido sabiduría para reconocer cuando “el amor” me dañe en lugar de transformarme. Te invitaré una copa de vino, te haré mil preguntas porque la curiosidad va incluida en mi carta de presentación. Te propondré embriagarnos de amor. Si aceptas, disfrutemos mientras dure, así sean unos minutos o toda una vida.

Tantos caminos posibles, ¡qué maravilla si entre todos ellos, los nuestros logran coincidir!

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