Colapso

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Estoy en un vacío. ¿Cómo se sentía estar dentro del vientre de mi madre? Es extraño estar sin rumbo, sentirse desolada, como si mi alma y mi espíritu me hubiesen sido arrebatados injustamente. 

Todo es oscuro, las personas son grises ante mis ojos, no hay ánimos para continuar el camino, quisiera tener las energías de Dean Moriarty y emprender muchas aventuras, sin miedo alguno… sí, sin miedo al vacío.

Canserbero tenía razón al decir que “conocemos a las personas cuando por últimas veces las vemos”, porque quisieras comprender la ausencia, pero intentarlo sólo produce tristeza. 

Creer que “andábamos sin buscarnos, aunque sabiendo que andábamos para encontrarnos” es como enfrentar al horizonte: o lo cruzas y continúas o permaneces anclado a una etapa que ya no fue y no será.

La noche es lluviosa como estruendosa fue la caída; el cielo gotea y mi alma llora; los relámpagos reverberan a kilómetros y mi voz habla en el silencio; las nubes se niegan a escampar y mis ojos se resisten a serenarse.

Canserbero tenía razón al decir que es una “lástima que hay cosas que de la mente no salen”, porque te taladran cada una de tus neuronas, destruyendo la sinapsis como un samurái con su catana en combate. 

El colapso ahora es parte de mí, ¿por qué es tan necesario tocar fondo? “La vida es un viaje no una estación”, Canserbero tenía razón. No hay instructivo alguno que te indique los pasos a seguir, sabemos que avanzamos, retrocedemos, nos detenemos, pero estoy consciente que sucumbir en un abismo es parte de existir. ¿De qué sirve la experiencia si sólo la resumes al lado bueno? 

Hay vacíos a los que debemos llegar, lo he aceptado. Aunque para un ser humano ordinario esto es un horror. Colapsar es una cualidad peculiar del yo porque tocar fondo es parte de ese camino que nos conduce dentro de nuestro propio universo, pues claro, cada individuo es un firmamento único. Sólo que explorarlo asusta, porque, tal como sucede en el espacio sideral, colapso es destrucción, destruir es transformación, transformar es cambio, pero cambiar da miedo.

Supongo que sentarse a mitad del recorrido para descansar amortigua un sufrimiento incómodo, pero confortable. Ay de mí, que en el fondo de mi universo vine a hallar más senderos por andar, mas fortaleza es lo que ahora necesito para volver a caminar.

“Brilla el vuelo del halcón en el firmamento vacío”.

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