El túnel

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Entrar a una cueva es peligroso. Más peligroso sería que te atrapara lo que te persigue cuando entras en ella. 

 

El aire se volvía más pesado mientras más avanzaba. Decidí ocultarme en la cueva. De pronto, el suelo bajo mis pies se volvió un enorme tobogán. La velocidad no me permitía escoger por cuál de las bifurcaciones ir. El trayecto terminaba en un prisma liso color crema, con hoyos en las paredes. Todos los caminos del tobogán llevaban a ese punto. Traté de volver por donde vine, pero fue inútil. El tobogán era demasiado resbaladizo como para trepar, incluso quitándome los zapatos y las calcetas. 

 

Opté por avanzar por un túnel en una de las paredes. Llegué a un lugar bien iluminado a pesar de no haber focos o luz solar. “Qué raro”, pensé. Vagué por el túnel durante una hora, hasta que encontré el otro extremo. Quizá. No sé. Al fin y al cabo, no traía reloj. Al otro lado del túnel se abría un cuarto sin puerta en la pared izquierda. Había un pequeño maniquí de madera sin cara. Ya me había decidido a entrar cuando sentí que algo agarró mi muñeca. Me volteé y vi al maniquí aferrándose a mi brazo. Me liberé de sus dedos marrones y me metí al cuarto. 

 

Del lado izquierdo había puestos como de feria. Una tétrica feria. Vi cosas tan raras que no podría explicarlas. Tremendo susto me llevé cuando volví a sentir la mano del maniquí agarrando mi muñeca. ¿Cómo era que se movía? Me solté del maniquí y fui hacia la parte derecha del cuarto. Era un túnel diferente del que salía un aire fresco. Pensé que por allí sería la salida. El maniquí me sostuvo de nuevo, esta vez de la cintura; no pude liberarme, pues era sorpresivamente fuerte. Decidí dejar al maniquí hacer lo que quisiera. Me cargó y me sacó del cuarto, llevándome por el camino. Pasado un rato me dejó caer. Había una bifurcación frente a mí. 

 

Me incliné hacia el camino derecho y el maniquí volvió a cargarme, siguiendo aquella ruta. Así sucedió un par de veces más. Intenté preguntarle por qué no quería que fuera por el túnel de la feria. Ahora hablaba con maniquíes. Genial. El maniquí me tiró una vez más. Me observó fijamente por unos segundos, o así parecía. Después trepó la pared como una araña y se fue de regreso. Me dejó ahí. Ya no había más bifurcaciones, así que avancé derecho. Llegué a la salida de la cueva. Pero no era por donde yo había entrado. Se veía como un pequeño pueblo, excepto que las casas parecían más bien edificios. A lo lejos pude ver una pirámide negra. ¿Dónde estaba?

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