Los recuerdos de una flor asesinada

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Un camino de pétalos, un camino marcado por la violencia. La flor que esperaba marchitarse por el tiempo ha sido arrancada del suelo y usada por sus colores tan vivos para luego ser desechada. 

 

El jardinero que solo ha hecho lo mínimo por las flores que crecen en el jardín le pone precio a cada una, no todas tienen el mismo valor para el jardinero. Pero las flores valen por lo que son y no por cómo se ven. Cada una tiene un sueño: unas quieren seguir al sol y sentir calidez, unas cuantas quieren ser refugio de las obreras que en un día ajetreado son el lugar ideal, otras quieren que al florecer aprecien la belleza que han protegido, quieren crecer con las demás flores y verse crecer. 

 

Pero el jardinero no piensa en lo que quieren ellas. Él permite que sus más allegados las arranquen sin problemas, sin consecuencias; las plagas las consumen poco a poco; quiere que las flores crezcan sin espinas, delicadas, para que al cortarlas no se lastimen ellos; quieren que estén en perfecto estado y pobres de las flores si se rebelan, el jardinero no tendrá el menor problema en arrancarlas todas e iniciar desde cero.

 

Las flores se reúnen, lloran por las que ya no están, las que seguían un mismo camino y ya no están. Las flores han dejado de ser como el jardinero quiere que sean. Tienen más espinas y sus raíces son más profundas, han decidido no dejar que el jardinero la tenga fácil. Han tomado otro rumbo, uno en el que ya no confían en él, que tenía la obligación de cuidarlas. Decidieron unirse con las abejas, colibríes y ranas, quieren que la nueva noticia llegue a los demás jardines, las flores han iniciado una revolución en contra del jardinero.

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