Todos los caminos posibles

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No todos los caminos posibles son reales. En muchas ocasiones nos sostenemos de las suposiciones que no pasarán; dejamos volar nuestra mente en el “¿Y si…?”; nos dejamos llevar por el “debería”, un camino inapropiado y que en ocasiones se nos impone. En cierto punto, está bien caminar por aquellas frases, siempre y cuando sean en un sentido estrictamente positivo y enriquecedor; siempre con mesura. “¿Y si escribo más seguido?” “Debería expresarme más y dar a conocer mis ideas”. Ante todo, hay que alejarse de los malos caminos, de los caminos tóxicos que en lugar de impulsarte te dañan porque te hacen transitar sobre la maleza y los cardos que arañan tus piernas indefensas.

El camino, por sí mismo, es aprendizaje. Es dolor, es saudade: bien que se padece y mal que se disfruta. Dime tú, ¿cuántas cosas no hemos perdido por el camino?, ¿cuántas no hemos (o nos han) dejado atrás? Dejar atrás es avanzar. Avanzar es crecer. Crecer es aprender. Por eso sostengo que el camino es aprendizaje. Y más allá, el camino es la vida y su único sentido es seguir caminando. El camino, asimismo, tampoco es recto ni plano, está lleno de subidas costosas o de bajadas fáciles, de secciones pedregosas, curvas prominentes, planicies, desvíos y retornos. El camino es tristeza y felicidad; es noche y día; es soledad y compañía; es avanzar y retroceder. El camino es caminar y ese es su sentido.

De todos los caminos posibles tú eliges cuál transitar y cómo hacerlo. A veces tú eres quien lo construye o quien lo reforma, no siempre es un solo camino fijo. El camino también es buscar huellas e inspiraciones de quienes pasaron y viajaron antes de ti. ¡Qué enriquecedor resulta caminar y hablar caminando! Si me lo preguntan, el camino representa y significa varias cosas, el camino es la vida y el inexorable cambio. No hay mucho más que decir, sólo que debes seguir caminando.

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