Confesionario de mis apetitos indecentes

body-g6ce45a38b_1920-thegem-blog-default

En estos mis nocturnos dedos indiscretos, se me está escurriendo el deseo de vida en un festín de pecado, uno que lleva tu nombre. 

No me importa mucho si es con lápiz, pincel o barniz, voy a pintar todos los caminos posibles que me lleven a ti para después volver a mí. Volveremos a casa volando juntos, eternos entre llamas y rescoldos con la textura de los imposibles.

Y yo que soy tan buena para hacer cosas malas, a mí que me cuesta tanto enterrar las cenizas de mis alegrías y no fundirme con el fuego de todos los dolores, asomo la mirada a mi jardín de anatemas, donde habita una disfuncional lengua con sabor a ti. 

Llevo en los labios discursos inmorales que hablan de tu piel, de tus muslos y tus aromas, de la arrebatada forma que tienes de entregarte a mí hasta el amanecer. Ante un altar en el que con cantos sacrílegos juego a provocar a Dios, sin pudor, conjuro el brío de tus encantos sibaríticos.

Querido gigante de victorias, de guerras que libras entre nuestras sábanas perfumadas, cuatrero de besos furtivos: guíame al arcoíris de tu Arcadia, que a esta amante de tus faltas poco le importa su falsedad si tu dulce veneno se digna correr por mis venas. 

En la memoria de la luna se hallan impresas las pisadas de tu marcha hacia otro tren, uno que no recorre mis senderos. Lágrimas fluyen al aceptar que jamás arribarás a mi estación.

Llegué tarde a tu boca, a tu mente, a la guarida de tus pasiones, a las ensoñaciones de un amor que no me pertenece, que me quema y luego me apaga. Y tú, ¿dónde estás?, ¿qué caminos y cuántas posibilidades de alcanzarte estás esbozando para otras incautas que no llevan mi sangre mancillada por tu embustera saliva? Porque todos los senderos que he andado hacia a ti solo me alejan más de los brazos que reclamo. Tal vez, amor mío, ha llegado el momento de separarnos en esta vía que termina para nuestros espejos de afectos vacuos; no ser más “tú y yo”, solo ser.

35

Dejar un comentario

X