Sigue el camino de ladrillos amarillos.
El mago de Oz
Las decisiones que tomamos afectan nuestra vida. Es innegable que una mala decisión nos conducirá por un mal camino, el cual nos llevará a un lugar malo. El camino de las malas decisiones es un destino al que no queremos ir, pero que todos hemos frecuentado.
En la literatura, las decisiones son una lección moralista para hacernos entender lo que está bien y lo que no: si Pinocho se convierte en burro, es porque eligió ir con el cochero, al no advertir que detrás del frágil espejo de la diversión, se ocultaba el engaño de la esclavitud. Pinocho eligió un mal camino, que a su vez, lo llevó a un lugar malo.
Pero a veces no somos conscientes de las malas decisiones que tomamos. La casualidad de la vida cotidiana nos enjuicia y sentencia sin que lo sepamos. El infortunio de viajar en un mal camino, sin saberlo, es la maldición para los distraídos y los olvidadizos, los cuales se convierten en presas fáciles para la cotidianidad urbana.
En cierta ocasión, con el tiempo en contra, me auspicié de una famosa “practicaja” para depositar un pago, y con ello, ahorrar tiempo. La elección en la fila era sencilla: escoger la caja de la derecha o izquierda. Tomé una mala decisión al elegir mi derecha, pues antes de oprimir cualquier tecla ya estaba sentenciado.
La practicaja no reconoció la operación, y se quedó con mi billete. Mi mala decisión estaba conduciéndome ya por un mal camino. Al acercarme a un empleado y exponer mi situación, su respuesta me sorprendió no por la explicación, sino por el fenómeno en el que de pronto me vi envuelto: “no se preocupe, usted es la segunda incidencia del día”.
Una simple elección (derecha o izquierda) me convirtió en el segundo eslabón de una cadena de errores, en la cual nadie era culpable. Mientras tanto, a lo lejos, observaba con envidia a los usuarios que hacían uso de la practicaja de la izquierda. Salvados por el destino, eran felices al cumplir sus pendientes bancarios sin problema.
La solución parecía razonable: debía redactar un reporte con mi identificación oficial. Al darme cuenta de que no contaba con el último requisito, el camino de las malas decisiones me llevó en automático a un lugar malo. Esa tarde no pude hacer el pago y llegué tarde a mi destino.
Mi lección de aquel día no fue bancaria, sino espiritual: las decisiones que tomamos nos llevan por caminos que pactan nuestro destino mucho antes de dar el primer paso.
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