Siete años

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Valeria y Alejando salieron a cenar días antes de su fiesta de aniversario. Ordenaron un buen vino, según el gusto de ella, ya que su marido era casi intolerante al alcohol.

La botella se encontraba a medio consumir y, en ese instante, un hombre se acercó a su mesa y mencionó el nombre de ella. Al reconocerlo, lo saludó con familiaridad. 

—Él es Domingo, mi excompañero de los últimos semestres de la universidad —los presentó.

Fue invitado a tomar asiento. Miraba frecuentemente el reloj que portaba en su muñeca. Alejandro notó su inquietud y preguntó sobre ello.

—Estoy esperando a mi esposa, no debe tardar —respondió.

Valeria expresó su sorpresa y comentó que ansiaba conocerla. Pasaron menos de cinco minutos y Domingo recibió una llamada. Al colgar, avisó que iría por su esposa, que se encontraba en la entrada. 

Volvió con una mujer realmente atractiva, Sandra. Valeria estaba feliz por conocerla y Alejandro quedó muy sorprendido. Se reconocieron y pasaron el resto de la velada en silencio.  

Sandra y Domingo fueron invitados a la fiesta de aniversario por Valeria, y él aceptó gustoso.

Al llegar la noche de la fiesta, Domingo llevó una botella de champaña para brindar. Conversaron por horas. Valeria y Domingo notaron el silencio que mantenían Sandra y Alejandro. Valeria le pidió a Domingo que la acompañara a recoger a otros viejos amigos de la universidad. Según el plan de Valeria, eso forzaría a romper el silencio entre su esposo y Sandra, cosa que funcionó.

—Ha pasado tanto tiempo —comenzó él.

—Siete años, Alejandro —respondió Sandra—. No supe nada de ti después de que terminamos.

Mantuvieron el silencio y recordaron su viejo, pero aún latente, amor. Se conocieron de una forma inusual y, aunque mantenían un contacto tan cercano, la incertidumbre y el miedo provocaron su separación, pues no fueron capaces de lidiar con eso. Recordar los roces de sus manos, los besos y aquellos abrazos; sentir atracción y amor aún después de diez años de conocerse los hizo acercarse y olvidar sus vidas actuales para rememorar y volver a sentir lo que nunca habían olvidado. Era la sensación de volver a empezar.

Alejandro guió a Sandra hasta su habitación y comenzaron a besarse, a abrazarse y a dejar correr el amor que aún sentían.

—Sandra, Alejandro, ¿qué están haciendo? —preguntó Valeria desde la puerta.

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