Cama con tachuelas

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Un matrimonio con desconfianza comparte algo tan íntimo como la cama y el sueño, sin embargo, hubo desequilibrios que caían a su colchón y lo abollaban.

 Hace unos días, el marido fue al mercado y una arrugada señora se acercó a ofrecerle hierbas, él las rechazó y la viejita, sin que se lo pidieran, le dio un consejo: «clave tachuelas en su colchón, dibuje con ellas una línea que divida su espacio y el de ella». ¿De qué me habla? «Ya verá hombre, recuerde perforar la sábana, pues es la que aligera la textura del colchón con la piel, así al dormir saldrán depuradas aquellas emociones guardadas».

 El marido, dudoso, esa misma tarde hizo lo que la viejecita le aconsejó, un día, dos días, tres… y nada ocurría, aquella tensión seguía distanciándolos, hasta que se cumplió una semana, esa misma tarde ella lo buscó en un abrazo. Al día siguiente la esposa se convirtió en un paño, le compartió aquellos secretos donde hirió el vínculo y, a la vez, a él. Aquella indiferencia se quedó en la sabana perforada y brotó la fragilidad. Las noches donde más se alejaban al dormir se volvían dulzura y fragilidad.

 Se cumplió un mes. La esposa se disculpó por el engaño y por la indiferencia, pero el esposo comenzaba a ser indiferente.

 Llegó el día en que la esposa tendió la cama y dio un grito, cuando él entró a la habitación la vio desprendiendo las tachuelas, gritaba furiosa «¡Cómo se te ocurre!» y llena de enojo jaló la sábana y las tachuelas salieron volando por toda la habitación.

 Aquella viejecita no le advirtió al marido que, si eran descubiertas las tachuelas, todas se clavarían directo en sus ojos por no querer ver lo que estaba a simple vista.

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