Pincel de tinta roja

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Dentro de este vasto laberinto de abstracciones y palabras, me hallo atrapado en la telaraña que mi mente teje, enlazando pensamientos y acciones. Soy lo que se me enseñó a ser, como tal, he aprendido a desenvolverme en la oscuridad, en los recovecos de los actos prohibidos y las transgresiones que se esconden tras la cortina de la normalidad. Empapado de ambigüedad moral, la realidad se desvanece, me convierto en un autómata meticuloso que emplea cada célula de su cuerpo para eliminar cualquier rastro de su paso.

Mis manos, adulteradas por la sangre vertida, se vuelven instrumento de precisión, aunque por momentos vibren con la crudeza de la vida extinguida. Admiro su destreza al deshacerse de la evidencia, tan eficiente e implacable como mi propia voluntad. Con un suspiro sordo, cierro los ojos y me abandono al vacío de la noche, a la danza macabra de la oscuridad que poco a poco devora mis pasos. Cada objeto toca mis dedos como una canción que solo yo puedo escuchar, y aunque mi mente grita y lucha por liberarse, mis actos son metódicos.

Los vestigios se desvanecen con la practicidad, basada en la perfección del detalle. Yo, un artista condenado por mis demonios ocultos, trato de borrar toda huella, como si el tiempo estuviera impregnado de tinta invisible. En medio de ese ritual, el eco del miedo juega con mi cordura, golpetea como la gota constante que cava su camino en la piedra. Me detengo un instante, miro mi reflejo en el espejo empañado, veo una sombra distorsionada que se pierde entre las sombras y los destellos de lo absurdo. Aun así, continúo mi danza, mientras la oscuridad se viste de mí y mi pincel mancha el lienzo con la sangre ajena.

Soy un asesino, un personaje desdibujado en un mundo donde el mal y lo prohibido se entrelazan, se confunden con lo cotidiano. Si en algún momento encuentran mi rastro, no traten de comprender mis actos. Después de todo, ¿acaso la mente humana es capaz de comprender el laberinto que esconde nuestro lado oscuro? ¿Puede siquiera Julio Cortázar, con su prosa, adentrarse en lo más profundo de mi ser? Quizás nunca lo sabremos.

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