El último monólogo

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En el corazón de esta fría noche de enero, mientras la sangre de mi muñeca derecha emerge y tiñe de escarlata mi vieja camiseta blanca.

Mientras un trozo de cristal penetra la epidermis de mi muñeca izquierda, corta mis nervios y desgarra mis venas.

Mientras me quedo sin aliento, mis ojos se cierran, fluyen de mi boca mis últimos versos.

Mientras el tiempo se detiene, mi cuerpo arde en llamas y mi deseo frustrado de poseerte me consume.

En mi mente fluyen los instantes en que estuvimos frente a frente envueltos en esa espesa niebla proveniente de tus varitas de incienso, que nos impregnaba con su aroma afrutado y empalagoso de limón y eucalipto, y que todavía permanece en mis fosas nasales, pero ahora con un ligero hedor a olvido…

Recuerdo la tesura de la palma de tus manos, la curvatura de tus labios, cómo tus hombros se desdibujan en tus clavículas y la manera tan peculiar en que tus lunares construyen constelaciones sobre la piel de tus brazos. Pero ya son sólo imágenes vagas que se difuminan en mi hipocampo.

Ya no queda nada, todo está descaminado: las rosas han perdido su color carmín, el sol el fulgor de su cenit y el albaricoque el dulzor de su sabor.

Tu nombre fue mi mantra de cada madrugada y tú ni siquiera recordabas el mío.

No me queda más que perecer, pero cada vez que sientas las olas del mar romperse y desvanecerse entre tus pies descalzos, cuando la vida te dé motivos para sonreír, cada vez que se esfume ante tus ojos una estrella fugaz y tu alma vibre para pedirle un deseo, cuando tomes tu motocicleta y seas un rayo en medio de la carretera y cuando el sol vuelva a resplandecer, las rosas recuperen su color y el albaricoque vuelva a ser dulce, el viento acariciará tu oído y susurrará mi nombre para recordarte que alguna vez mi corazón latió por ti y que mi amor sigue ardiendo en las brasas del rescoldo de enero.

Creo que, en estos momentos, decir esa frase trillada y sutil de «moriría por ti» es algo que sólo un ingenuo enamorado como yo puede prometer, y algo que sólo un loco apasionado como yo, es capaz de consumar.

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