Miraba el techo, luego la pared; no dejaba de moverme, todo lo que sentía era una enorme inquietud. Mi vista se nublaba hasta que la habitación se oscureció. Pude ver solo un rayito de luz y supe que eras tú, con tu alegría inmensa que cargabas siempre a todos lados, esa paz, tranquilidad y amor que iluminaban mi vida. Te vi acercándote hacia mí, yo corrí hacia ti intentado alcanzarte, pero por más que intentábamos unirnos más nos alejábamos. Cuando mis dedos casi alcanzaban tu mano, desperté y comprendí que nunca más volverías a mí.
El tiempo pasó tan rápido que se hizo de día con el sol de la mañana. Yo no podía ver su brillo ni cómo iluminaba a través de mi ventana, ya nada tenía ni sentido ni color. Sin ti a mi lado todo se tornó opaco. Me levanté débilmente para intentar comenzar el día, pero tu ausencia me debilitaba.
